¿Por qué no dejar de creer que los exámenes nos indican qué estudiantes fracasan y qué estudiantes tienen éxito? ¿Por qué no pensar que los propios procedimientos de evaluación pueden ser en gran medida los responsables del fracaso escolar?
El examen: es una palabra amedrentadora, que nadie quiere escuchar; ni menos caer atacado por esa arma poderosa y sutil... Un instrumento para manipular, sancionar y sentenciar a la aprobación o reprobación... Un elemento que cuenta con muchos detractores... Una sentencia justa para algunos; e injusta, para otros...
Los exámenes son un elemento controversial y contradictorio para muchos estudiantes. Es un instrumento que muchos odian y que ojalá nunca existiera. También es cierto que los exámenes son los indicadores que permiten comprobar el nivel de éxito o fracaso en conocimientos conceptuales adquiridos en una materia específica.
Según el formato elaborado en el examen, el nivel de complejidad, el tipo de contenido, la forma de abordar las interrogantes, etc. son factores que en cierto modo determinan el éxito para los estudiantes más "hábiles", debido a la capacidad de interpretación y resolución del mismo. En cambio, los estudiantes que no son capaces de interpretar y comprender los planteamientos expuestos en cierto examen, fracasan. ¿Por qué? ¿Es culpa del estudiante o del docente? ¿O ambos son culpables? Es complejo determinar en primera instancia, porque para contestar esas interrogantes hay que analizar detalladamente los factores involucrados que condujeron a tal fracaso como por ejemplo: la mala elaboración del examen, falta de estudio, nivel de complejidad no concordante con el nivel intelectual del estudiante, etc.
El examen debiera ser un medio "deseable" que permita determinar el nivel de aprendizaje de los estudiantes, sin caer voluntaria o involuntariamente en un rol de estereotipar estudiantes como "exitosos" o "fracasados".
Además es muy probable que muchos docentes no se detienen a cuestionar si el instrumento evaluativo está mal elaborado. Como también los factores ocultos de irregularidad (o utilizados con un mal propósito) en el evaluador que subyacen en el examen. Éstos pueden ser algunas de las causas que conducen al fracaso estudiantil. Es decir, un instrumento mal utilizado lleva al inminente fracaso, y si el docente no se percata de ello, se convierte en un círculo vicioso.
Otro factor a considerar es el carácter punitivo de los errores. Obviamente, ellos causan perjuicio en el resultado. Sin embargo, la clave es cómo se aborda la corrección de esos errores y qué tipos de ellos pueden ser considerados graves. En el primer planteamiento, es importante señalar que es distinta la connotación sobre una corrección que desencadena en un aprendizaje significativo, con otro que produce una reacción negativa. En otras palabras, es distinta la percepción que produce una corrección constructiva, en contraste con una destructiva. El modo hace la gran diferencia.
En el segundo caso, se debe tener mucha cautela y agudeza para determinar si un error comparado con otro se evalúa de modo proporcional al aplicar el puntaje. A veces un error "insignificante" contiene más puntaje negativo que un error considerable. Esto desencadena injusticia y mal criterio por parte del docente.
Finalmente, son infinitos los temas por discutir sobre la evaluación. Lo importante es reflexionar sobre las causas expuestas y las amplias repercusiones que implican en este ámbito. Es un llamado a realizar una constante autocrítica sobre el desempeño en esta área.
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