Muchos dicen que el amor de tu vida está predestinado. ¿Será así?
Pues aquí les traigo una hermosa leyenda japonesa sobre el hilo rojo:
Durante la dinastía Tang, en un lugar llamado Dulin, vivía Wei Gu, un
joven que había quedado huérfano porque sus padres murieron cuando él
era muy pequeño. A Wei le urgía contraer matrimonio porque no quería que
su linaje desapareciera; por lo tanto, le encargó a varias personas que
lo ayudaran a buscar una pareja, pero todos regresaban con las manos
vacías pues todas sus propuestas de matrimonio eran rechazadas.
Durante el reinado de Tang Taizong (años 626 a 649), en una visita
turística a Qinghe, Wei se hospedó en un hotel de la región sur de la
ciudad de Song. Un viajero le sugirió que pidiera la mano de la joven y
bella doncella hija del funcionario Pan Fang, así que se pusieron de
acuerdo para presentarlo a la familia la mañana siguiente frente al
Templo Longxing.
Al día siguiente Wei Gu, mostrando su prisa por casarse y aunque
apenas el cielo estaba aclarando y aún alumbraba la luz de la luna, se
precipitó al templo. Cuando llegó, encontró a un anciano recostado sobre
una bolsa de tela leyendo un libro a la luz de la luna.
Wei Gu echó un vistazo al libro, pero no podía entender sus palabras
pues estaba escrito en un extraño idioma que no era chino ni hindú,
entonces decidió preguntarle al anciano: “¿Qué tipo de libro está
leyendo? Desde pequeño he estudiado muchas diferentes lenguas, hasta
sánscrito indio, pero debo confesar que nunca me he encontrado con el
lenguaje empleado en este libro. ¿Qué puede decirme sobre él?” El
anciano sonrió y dijo: “Este no es un libro escrito por seres humanos,
proviene del ‘mundo invisible’, ¿cómo podría usted leerlo?”
“El hilo rojo une a las parejas aunque miles de millas los separen”, significa que la relación de una pareja está predestinada
Entonces Wei Gu preguntó: “¿Qué hace aquí alguien del ‘mundo
invisible’?” El anciano contestó: “Usted llegó demasiado temprano, no es
que yo no debiera estar aquí. Los seres del Mundo Yin (mundo
subterráneo) administran todo en el Mundo Yang, que también es llamado
el mundo humano, ¿por qué no deberíamos venir aquí?”
“Dígame, y usted ¿de qué es responsable?” preguntó Wei. “De los
matrimonios del mundo”, aseguró el anciano. Wei Gu se exaltó y dijo:
“Mis padres murieron cuando yo era pequeño, entonces me gustaría casarme
a una edad temprana para tener hijos y nietos porque no quisiera que mi
descendencia se extinga. Sin embargo, desde hace 10 años estoy buscando
una esposa y todas las propuestas de matrimonio que hice fueron
rechazadas. Alguien me comentó sobre la hija del oficial Pan Fang e hice
una cita con ella, ¿puede decirme si tendré éxito?”
“No tendrás éxito”, respondió el anciano. “No será su esposa, pues no
son compatibles. La mujer con la que usted se casará tiene ahora sólo
tres años y se casará con usted cuando tenga 17. Vea, en esta bolsa
llevo un hilo rojo que uso para unir los pies de las parejas.
Una vez
que están destinados a casarse, ato sus pies con este hilo rojo. No
importa si son enemigos, ricos, pobres o están separados por una larga
distancia, mientras el hilo rojo esté atado, ellos se casarán. Cuando
los pies de ella estén atados al suyo, será inútil para usted buscar
otra. Sus pies ya están amarrados con los pies de otra persona, y no
tiene caso seguir buscando por todas partes”, señaló el anciano.
Wei Gu necesitaba saber más, “¿Quién es mi esposa? ¿Dónde vive ella?”
El anciano contestó, “su futura esposa es hija de la anciana Chan que
vende verduras al norte del hotel, venga conmigo y se la mostraré”.
Como ya había amanecido y las personas con las que se había citado no aparecieron, Wei Gu siguió al anciano.
Cuando llegaron al mercado, se toparon con una anciana a la que le
faltaba un ojo, y que sostenía en brazos a una niña de unos tres años.
Ambas lucían muy sucias, feas y andrajosas.
El anciano señaló a la niña y dijo: “Esa es su esposa”. Wei Gu, en
cólera, preguntó, “¿Puedo matarla?”. El anciano respondió: “Esta niña
está destinada a ser rica y a vivir una vida honorable y de prestigio
por el niño que va a tener y, además, encontrará la felicidad junto a
usted. Por lo tanto, ¿cómo podría ser asesinada?”. Al instante, el
anciano desapareció.
“¡Estas palabras no tienen sentido, viejo del demonio! ¡Son absurdas
sus palabras!”, gritaba Wei desaforadamente. “Yo nací en una familia
erudita, debo casarme con alguien acorde a mí, aunque no me case hasta
que sea viejo, aun puedo conocer mujeres elegantes y muy bonitas. ¿Por
qué tengo que casarme con la hija de una mujer vieja, tuerta y fea?” Se
preguntó a sí mismo parado en medio de la acera.
Una vez que Wei Gu volvió a su casa, afiló un cuchillo, se lo dio a
su criado y le dijo: “Siempre has manejado bien mis asuntos. Si puedes
matar a esta niña para mí, te recompensaré con 10 mil monedas”. El
criado estuvo de acuerdo, escondió el cuchillo en su manga, y se dirigió
al mercado con la finalidad de ultimar a la niña. Luego, escapó
rápidamente de la escena entre la multitud.
Cuando el criado volvió, Wei Gu le preguntó: “¿La apuñaló?” El criado
contestó: “Traté de apuñalar su corazón, pero fallé y solo logré
clavarle el puñal entre las cejas”.
Después del episodio, Wei Gu siguió proponiendo matrimonio a distintas mujeres, pero sin ningún éxito.
Otros 14 años habían pasado cuando le ofrecieron trabajar -por su
honorable historia familiar- para Wang Tai, un funcionario de defensa en
Xiangzhou. Tiempo después, Wang Tai le entregó la mano de su hija en
matrimonio porque encontró que Wei Gu estaba altamente calificado. La
joven tenía entre 16 y 17 años y era muy hermosa, y Wei Gu estaba muy
contento con la decisión; sin embargo, observó que, si bien era una
mujer muy distinguida y bien educada, siempre ponía una pequeña flor
artificial entre sus cejas, incluso cuando se casaron no se la quitaba,
ni siquiera cuando se bañaba.
Había pasado casi un año cuando Wai se atrevió a preguntarle a su
esposa por qué siempre llevaba una flor entre sus cejas. Entre llantos,
la joven comenzó el relato.
“En realidad soy la hija adoptiva del gobernador. Mi padre era el
líder de un condado y murió en funciones, mi madre y hermano al poco
tiempo también murieron. En ese entonces yo era solo un bebé, y la única
propiedad que mis padres dejaron era una casa al sur de la ciudad de
Song donde viví con mi niñera Chan; ella sentía lastima por mí y siempre
me cuidó. Sobrevivíamos vendiendo verduras. Cuando tenía tres años,
estábamos con Chan en el mercado cuando repentinamente un loco me
apuñaló entre las cejas dejándome una cicatriz que cubro con esta flor
artificial. Aproximadamente 7 u 8 años más tarde, Wang Tai vino a mi
pueblo para asumir un cargo y me adoptó como su hija y me mudé con él,
luego me casé con usted”.
Wei Gu asombrado indagó, “¿La señora Chen era tuerta?” Su esposa
contestó, “Sí, ¿cómo lo sabe?” Wei Gu confesó: “En realidad, yo envié a
aquel hombre loco. Esto es tan extraño”. Entonces relató a su esposa la
historia entera.
La esposa no se enojó porque ambos entendieron que el destino no
puede ser cambiado por el hombre, y de ahí en adelante los dos fueron
más respetuosos entre sí. Más tarde tuvieron un hijo que se llamó Wei
kun, que logró un puesto de muy alto nivel. Además, el alcalde de la
ciudad de Song oyó sobre este matrimonio predestinado y nombró aquel
hotel “Hotel del Compromiso”, y a la esposa de Wei Gu la nombró como la
primera dama de la región.
Un hilo rojo invisible, conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, a pesar del tiempo, del lugar, a pesar de las circunstancias.
El hilo rojo puede tensarse o enredarse, pero nunca llegará a romperse.
Y tú, ¿crees que la pareja está ya determinada por el destino? ¡Cuéntanos!