La pandemia de Covid-19 que ha asolado al mundo desde el 2019, ha emergido en la humanidad lo mejor y lo peor de nuestros sentimientos e instintos. Ha revelado en la humanidad el lado luz y lado oscuro por esta catástrofe: Los trabajos que se han perdido, la muerte de millones de personas, términos de noviazgos / amistad por la distancia, desplome económico, quiebras comerciales, más solidaridad, readaptación social / laboral y resurgimiento de otras conexiones de distinta índole etc. Un torbellino de situaciones que ha desencadenado un simple virus de la cual tenemos una gran responsabilidad personal, social y ambiental.
Sin embargo, me apena destacar el gran egoísmo social y nula empatía hacia los demás. Me refiero a que muchos no les importa contagiar y matar al resto, mientras satisfagan sus deseos de libertad sin responsabilidad ni cuidado. ¿Cuántos han muerto porque alguien los contagió, no se quisieron vacunar o se expusieron ellos mismos al contagio? Está bien en querer tener libre albedrío, pero no atentando contra la seguridad y cuidado de los demás. Tenemos derechos, que todos alegamos y vociferamos reclamar, pero también deberes y responsabilidades con uno mismo y con el prójimo.
Aludiendo al grupo antivacunas, los cuales están en su legítimo derecho de no vacunarse, si no lo desean. Pero tampoco deben exponer a los demás a contagiarse por ellos. Es claro que la vacuna no impide el contagio, pero los efectos son aminorados / moderados o no tan severo, lo contrario sucedería si estuviera sin la vacuna. A menos que se tenga un sistema inmune muy debilitado o paupérrimo, además de múltiples factores como edad, enfermedades de base, mal nutrición, etc. Tenemos que dejar de ser egoístas y no pensar en los demás. Si no te importan los extraños, piensa siquiera en tus seres queridos. ¿Qué pasa si al no vacunarte, contagias a tu mamá, papá, hijo(a), hermano(a), abuelo(a), etc., y lo(a) matas? Es un asunto delicado. La muerte está marcada para quien le toca con o sin vacuna, mas si existe la forma de evitarlo de alguna manera o no llegar tan rápido al final, es mejor vacunarse y buscar fortalecer el sistema inmune a través de una sana alimentación, además de los resguardos pertinentes. ¡No pierdes nada!
En mi caso, me vacuné pensando primeramente en la seguridad de mi familia que son adultos mayores. Pensé en su seguridad y cuidado. Y también ellos se vacunaron. Hasta ahora, seguimos vivos, gracias a Dios. Creo que se debe parar de fomentar el miedo, el terror, el pánico y las supuestas consecuencias de la vacuna, los cuales no se saben con certeza si ocurrirán o no.
Cada uno es responsable de su propia vida y asumir las consecuencias. Tampoco olvidar que vivimos en una sociedad y las acciones que tomemos, repercutirán en nuestro entorno cercano o lejano, para bien o para mal. Por lo mismo, debemos pensar en los demás también y no perjudicarlos con acciones imprudentes tales como fiestas masivas sin protección, y otros eventos que se pueden evitar. Y de paso, disminuir o aminorar los contagios y muertes. Esto es una reacción en cadena, y ¿qué contribuimos para terminar el Covid-19?
Confieso que me da lata no ir a la playa, o a otro lugar, aun teniendo un poco más de libertad y con la vacunas puestas. Prefiero personalmente, salir por trámites y diligencias básicas y eso es todo. Prefiero salir o viajar cuando haya libertad total y sin ningún tipo de restricción, incluso de la mascarilla.
En cuanto a la responsabilidad ambiental, es indignante ver en todos lados de la ciudad, incluso en el mar, las mascarillas desechadas. Y como dije al principio de este artículo, esta pandemia ha despertado el lado oscuro del ser humano, y esto es otro ejemplo. No basta con la contaminación existente, sino agregar además la mascarilla desechada en calles, lugares naturales (parques, mar, bosques, etc). Es decir, mostrar lo sucio e inculto de muchas personas. ¡Qué cuesta botar la mascarilla en un basurero de la ciudad o esperar llegar a casa para botarla!
Muchos quienes han muerto, quizá no esperaban morir por este virus, incluso gente joven. Muchos tal vez no estarían en la tumba si alguien no los hubiera contagiado o se hubieran vacunado o no se hubieran expuesto, incluyendo a personal de salud que por su labor se han contagiado y otros, han muerto. Víctimas inocentes también. No sabemos la situación de cada uno en particular. Por memoria a ellos, que ya no pueden defender su causa, que ya no pueden ver más a sus seres queridos, que muchos murieron aislados y solos, que no querían morir todavía... Por respeto y memoria a ellos, reflexionemos sobre nuestro comportamiento social y seamos conscientes, responsables recibiendo la vacuna y tomando todos los resguardos posibles. Muchos seguirán muriendo, pero sin el peso en nuestra conciencia de ser culpables por llevarlos a la etapa final de sus vidas. ¡Piénsenlo, por favor!
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